lunes, 1 de noviembre de 2010

Interrogaciones

¿Por qué haces esto? ¿Por qué te pones a escribir, cuando en realidad sólo buscas consuelo? ¿Por qué ahuyentas del camino, a patadas, todas las piedras que tus enemigos te tiraron?

Escucha: yo no te cuestiono. Tampoco te critico. Solamente espero. Mis preguntas van del altavoz hacia adentro, no del altavoz hacia afuera. En cambio, de tu garganta salen acusaciones que nadie entiende.

¿Por qué preferiste jugar tanto en lugar de alegrarme la vida? ¿Por qué intentaste sacar brillo a tus huesos mientras era mi sangre la que cambiaba de color? Una vez fuiste donde yo estaba y empezaste a juzgarme, y eso lo hacías cuando todo había vuelto a empezar. Yo iba por un sitio, tú por otro, y cuando todo volvió a empezar subsanaste el problema como el fontanero que hace correr el agua por las tuberías.

Me he inspirado en ti para perder la cabeza. Me he entusiasmado contigo cuando veía números por todas partes. He aguantado sensaciones negativas y las he convertido en explicaciones para justificar la vida.

Cuando escribo en papel amarillo se abre la puerta, la cassette se detiene porque ha llegado al final, toda la cinta queda ahora a la izquierda, y todo sigue y sigue y sigue. Sigue. Emociona. Arrastra.

Enternecidos

Tras oír la pieza titulada Tijeras pianísticas, y tras valorar de forma exhaustiva y exponencial cada segundo, es decir, evaluando en cada sesión los elementos anteriores unidos en conjunto a los siguientes, hemos determinado que es usted el ganador del certamen.

Jamás hemos tenido ocasión de admirar una obra tan delicada pero tan elevada, y nos preguntamos si tal obra es el motivo de que continúe usted vivo a su edad.

Cuando todo el mundo pensaba que estaba usted bajo tierra devorado por los gusanos, sus tijeras pianísticas han emergido como el eterno adiós que cada día nuestras células se dedican entre ellas.

Le agradecemos que siga usted componiendo desde tan lejos, mandando a sus moléculas-copia para que trabajen por usted.

Gracias, gracias, gracias.

Órdenes

Lleva el gato contigo a la tienda de animales domésticos, que te vas a mear de risa cuando veas como salta desesperado tras los peces de las peceras.

¿Has visto esa pared de ahí? ¡Tírale una piedra, si eres capaz! Pero no te asustes si ves que se vuelve, retorcido de dolor, el director del colegio.

Echa una moneda en la máquina para lavar los cristales. ¡Pero qué es esto de que el agua salga hacia ti, y no hacia los cristales!

¡Abre la puerta, rápido, tengo que entrar, necesito entraaaaaar!