domingo, 30 de septiembre de 2007

En prisión

Estuve en la cárcel, pero aún no te lo había dicho. No sabía si iban a encerrarme de nuevo, y quería estar seguro antes de querer algo contigo.

Mi compañero de celda era un forzudo que jamás me dejó dormir. Aprendí a dormir mientras comía, o mientras me fumaba un cigarro, o mientras me duchaba. Si él estaba cerca me golpeaba para que no diera cabezadas.

El director de la cárcel decidió que nunca me ayudaría. Yo, por mi parte, le rogué que no lo hiciera. Estaba tan arrepentido de haber partido los dos brazos de aquel policía cuando me asltó creyendo que era un enemigo, que sólo me sentía tranquilo bajo las drogas. Pero, al estar éstas prohibidas, no dormir era mi mejor antídoto.

No sentí mis órganos del cuerpo desde el tercer día sin sueño. Me caía con frecuencia, iba al baño una o dos veces al día, me duchaba una o dos veces por semana... y comía las sobras de los demás. Esto último no lo elegí yo. Lo eligió el sueño: si no duermes no puedes comer.

Cuando no aguantaba la necesidad de dormir, me sumergía en agua ardiendo o en agua helada. Te parecerá increíble, pero no reaccionaba enseguida. Y era muy, pero que muy efectivo temer que yo era una segunda persona que me sumergía en esos suplicios al primer síntoma de debilidad.

Envejecí. Según mis cálculos, duraría vivo lo que vive un perro si seguía así. Sabía, en el fondo, que saldría de la cárcel antes como hombre que como perro, por mucho que ladrara y mordiera cada vez que me ponían por delante los restos de comida.

De noche era durísimo. Ya sin capacidad para dormir, mi cuerpo se apagaba como una vela que se termina. Pero en la propia puerta de la celda, entre los barrotes, había un sistema de cuerdas (vigilado y puesta a punto por el funcionario) que igual me llenaba de avispas (que me agujereaban incluso el alma) que me inindaba de aguas residuales. Siempre lo mismo me habría hecho invulnerable, claro.

Un día ya fue increíble. Había en ese cubo minúsculas trampas de ratones que alguien diseñó para mí a conciencia. Se me clavaron en los párpados, en las orejas, en cada dedo. Tanto me dolió, que durante tres días ni siquiera pude dar cabezadas. Fue entonces cuando, por una larga semana, conversé con unos loros ficticios (que veía y tocaba), que repetían todo lo que yo pensaba.

Fueron ocho meses de condena. Supongo que dormí en total, si sumamos los segundos, dos días. Vi de todo. No puedes imaginártelo. Incluso llegué un día al infierno, donde por unos instantes me sentí mucho mejor.

Estás delante de un ser único. Algún día tenemos que pasar juntos tres o cuatro días sin dormir. Será nuestro aperitivo. Te quiero.

Viajar contigo

El otro día estuve pensando que nos podríamos ir juntos de viaje. Nunca he estado, por ejemplo, en las islas griegas, y solo ¿qué hago allí?

Sabes que conmigo puedes ser libre y expresarte como quieras. Jamás me enfadaré. Si quieres puedes ir en dirección opuesta a mí; en algún sitio nos encontraremos. Si lo prefieres, me ignoras y actuaré como que no te conozco. ¿No te parece buen juego?

El trato que me des no me importa; me importa la compañía. Puedes hablar con quien quieras con o sin dirigirte a mí. Puedes conocer a forzudos marineros y decirles que has ido sola. Yo bajaré a la taberna y te esperaré toda la noche. Si en algún momento bajas, será cosa tuya contarme o no la vida del marinero, y si finalmente me besas te agradeceré que lo hayas hecho sin tener por qué.

Ya ves que te dejo libre. Todo me sirve, excepto perderte. Tengo un aparato de radio. Jamás me aburriré si lo llevo conmigo. Me sentaré en la orilla de la playa, sintonizaré música antigua y dejaré que pasen las horas hasta que tú aparezcas.

En las tabernas me servirán vino en botijos, y siempre tendré ocasión de invitar a los marineros.

¿Nos vamos a Grecia, entonces?

Lees esto y me descubres

¿Terraza? ¿Balcón? No importa cómo se llame. Calor, sofá: ésos sí que son elementos claros en la conciencia vacacional de muchos (incluso en otoño, y no es casualidad). Cuanto más calor más disfrute, porque no hay mejor confidencia que la que se hace en caliente, ipso-facto.

Mientras escribe esto el de la pluma barata, un marinero amanerado atraviesa la ciudad. Se enamoró hace no mucho del olor a sal del Mediterráneo, y pensó que a un amor así le tendrían que corresponder.

Recién llegado entró a una tasca. Unos hombres forzudos discutían sobre la valía de unas monedas de oro que uno de ellos había encontrado la noche anterior.

No era tan extranjero como se creía, ya que pudo entender de la conversación los aspectos que le harían rico, y no precisamente por poseer las monedas.

Cuando tuvo ocasión, aceleró el paso para alcanzar a dos marineros mayores que volvían de faenar. Cuando le vieron detrás comenzaron a esquivarle. Demasiado joven y demasiado vicioso. Pero a varios metros él preguntó: "¿Me hablarán si les pago?". "Dos monedas de plata serán suficientes", contestó uno de los marineros, que además le preguntó si había merendado.

Casa de marineros, olor a sal, sabor a barco, años sin mujeres. Misteriosamente, libros antiguos desparramados por las repisas. Y un perro fuera, en la calle, observando a los tres hombres mientras discutían sobre algo, con uno de los libros en las manos de uno de ellos.


sábado, 29 de septiembre de 2007

Observación, primera entrega

- Tienes algo en el pelo.

- ¿Qué dices?

- ¡Sí, algo blanco! No es una cana.

- ¡Vaya, me estás poniendo nerviosa, yo no he tenido canas en mi vida!

- Pero te he dicho que no parece una cana.

- ¿Y tú cómo lo sabes? ¿La has estudiado con el microscopio o qué?

- Bueno, o sea, tú lo que quieres es que sea una cana. ¿Es que no te gustan tus pelos negros?

- No quiero tener canas, y me encantan mis cabellos. Pero lo que no voy a hacer es negar la realidad y engañarme a mí misma si tengo una cana, o dos, ¡o tres!, en la cabeza.

- Oye, ¿por qué no haces una cosa?: ¿Por qué no te miras en un espejo?

- ...Además, siempre he aceptado muy bien mi físico. Sé que soy guapa, para qué te voy a engañar, y no entiendo cómo la gente se desvive por una cana. ¡Podría ser un adorno que llevo!

- Si es un adorno, se nota. Es como cuando vas de negro pero no vas de luto. Lo que tienes en el pelo no me parece un adorno.

- ¿Pero y si lo fuera? A veces cambio de look. París me encanta, y Londres me apasiona. Lo que llevo en el pelo seguro que hace furor por allí.

- Es que las modas son así. Ahora me entero de que eres una fashion-victim. Mañana voy a traer una mancha blanca en los fondos de mis pantalones, ¡a ver si me convierto en un icono!

- ¿Por qué blanca? ¿Y por qué una mancha? Podría ser un adhesivo, ¡uno cada día, según tu estado de ánimo!

- Mi estado de ánimo es siempre el mismo por causa tuya.

- ¡No digas tonterías! Sabes que te quiero, aunque no te ame. Oye, ¿y si lo que tengo en el pelo me lo ha hecho tu deseo?

- No me extrañaría, pero mi deseo no pinta con Tip-Ex. Mi deseo va de invisible. Además, ya no te deseo tanto.

- ¡No me cuentes historias! Te encanto yo, te encanta todo lo que hago y te encantan, incluso, mis posturitas cuando crees que te rechazo.

- ¡Y tu mancha en el pelo!

Progresiva

Sírvete el café cuando se te antoje. Sé que te encanta. Ponle el azúcar que quieras y bébetelo despacio. Mientras des los sorbos, concéntrate en la pieza de ópera que suena en la radio, y haz tuyo el olor a mar que impregna tu apartamento. Haz balance de lo hermosa que eres, lo fantástico que es tu cuerpo, el calor que sientes. Enamórate de la calma del atardecer, que es espléndido desde este octavo piso. Contonéate por tu salón, tumbada en tu sofá, igual que lo harías en tu cama.

¿No es increíble todo esto? Abrumada por el relax, piensas en salir un rato por el pueblo. Cuando llegues a la orilla entrarás poco a poco en el agua, lrntamente, muy despacio. Sentirás el agua tibia oscilar en tus piernas, y tus rodillas sentirán el cambio drástico tras el calor que han concentrado cuando tu vestido, que ahora se moja lentamente, sumiso, no las llegaba a tapar.

Miras hacia el sol. Te quema entera, te disuelve, te derrite. Tus rodillas siguen sintiendo el agua tibia. Entras más aún en el mar. El vestido se arruga. Eres estupenda. Eres preciosa. Podrías pasar por sirena. Jamás te has sentido mejor.

Mojas tus cabellos con tus manos, y tus ojos negros sonríen antes que tus labios. Eres parte del salitre del mar. Dulce salitre.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Homensaje a Asha Bhosle

Muy poca gente conoce la riqueza y variedad de la música de Bollywood. Es increíble que no sepamos apenas nada de lo que las películas indias pueden hacernos disfrutar.

Asha Bhosle es una primera figura en su país. Su discografía se extiende desde los años 50 hasta la actualidad. Con más de 70 años, sigue deleitando a generaciones enteras.

Este vídeo me produce una especie de felicidad difícil de describir. Os invito a que lo veáis, ya que puede entenderse como un tributo a la mezcla de culturas. Son hippies, hippies de la India, que reivindican de forma parecida a como lo hicieron los hippies occidentales, pero conservando su esencia al más puro estilo de Bollywood.

Hubo un tiempo no muy lejano en que pensé que las diferencias entre la cultura india y la occidental eran, más o menos, insalvables. Ahora, al ver vídeos como éste que os presento, me enamoro más aún de esas chicas indias que nos muestran la mezcla cultural con la que sueño.

En el vínculo de más abajo se puede consultar la letra en inglés. Parece tener dos posibles lecturas. Yo me quedaría con la traducción que se presenta bajo el título "Drugs...".

Me río mucho con este vídeo. Jamás imaginé que iba a ver algo así. Y me río porque lo considero genial, porque me hace mucha gracia que sean tan parecidos y tan diferentes, y porque la escenografía me impresiona.

¡Disfrutad del vídeo, que no tiene pérdida!

DUM MARO DUM, de Asha Bhosle

La letra (una versión posible), en inglés: bajar hasta donde pone "DRUGS WIKI..."

domingo, 9 de septiembre de 2007

Entre hilos invisibles, entre ondas

- ¡No lo hagas, no lo desconectes! No puedes hacerme esto. Lo perderemos todo.

- Ya no me importa lo que me digas. Ha sido demasiado tiempo esperando: ¡siglos!

- ¡¿Pero qué dices, loca?! Te refieres a SEGUNDOS, no SIGLOS: hace unos SEGUNDOS te dije a lo que estaba supeditado. Qué confusión, qué mal tienes la cabeza. Oye, no desconectes eso. ¡Noooooooooooo!

Amarillo: El sol, que poco a poco se está convirtiendo en una enana roja.

Morado: El color de mi cara cuando tomo conciencia, entumecido el rostro, en algún momento de vigilia.

Celeste: Las voces que escucho son celestes. Me lo dicen todo, ¿sabes?, TODO.

Negro: El sopor de la noche continua. Los rebobinadores, que no están en marcha. Fuentes que no echan agua sino minúsculas gotas con una cabeza naranja de pez cada una.

Perdón: Esto no es lo que yo quería. Perdón en el cielo, perdón en la tierra de donde vengo. Que me perdone quien sea, y así saldré de aquí, o de esto.

La onda corta, qué fuerte. Yo no sabía nada. Pero había conexiones. Se podía romper todo, claro, porque en el momento que hubiera una interfertencia todo se iría a pique, pero bueno... Pero yo qué iba a saber que esto iba a ser tan fuerte. ¿Ahora qué hago?

El rebobinador más cerca está a cientos de kilómetros. Y me han dicho que son como bujías, pero enormes (claro). A veces se encuentran por pares, uno frente a otro.

Fueron plantados (sí, como plantas) a lo largo de los siglos. Las primeras emisoras de onda corta los utilizaron como soporte. Funcionaron como repetidores de señal. Hoy en día, y esto es lo prodigioso, sigue habiendo ondas cortas en los alrededores de algunos de esos rebobinadores. Se ha investigado mucho, también a lo largo de los siglos, porque esas ondas cortas estuvieron siempre ahí... ¿emitiendo qué?

Reinicialización.

Qué dolor de cabeza. ¿Hoy qué soy?: ¿un borracho, un poeta, un gentleman, una lagarta, un pájaro carpintero, un emperador? A lo mejor sólo soy el Pato Lucas, por fin.