lunes, 27 de agosto de 2007

Primera actuación musical

Llegué tarde al Teatro, situado en pleno centro de la inmensa plaza. Durante bastante tiempo, amigos y familiares me habían rogado que no fuese. Claro: a nadie se le ocurriría que algo así se pudiera aconsejar... Una simple obra de teatro...

Hacía bastante que había sufrido uno de esos trastornos que antes no existían para nadie pero que ahora, con tanta ciencia y tantas clasificaciones, estaba escrito por todas partes: el trastorno del payaso borracho. Los que lo padecen son (o creen ser) payasos accidentales, bufones de la vida, seres graciosísimos que hacen morir de risa a medio mundo. Cuando tienen un momento de lucidez y se dan cuenta de que, realmente, todos los que seamos humanos somos también payasos de vez en cuando, se hunden. Y no porque prefieran ser la burla de los demás, sino porque han perdido su identidad, su razón de ser. Entonces se emborrachan, pero no de vino, sino de confusión, y vagan por las calles haciéndose todo el tiempo preguntas como quién soy yo, cuál es mi papel en esta vida, y todas esas cosas.

Antes de entrar al teatro creía que aquello no era nada, que lo que iba a ver era soportable. Estaba anunciado hacía mucho y se llamaba "El show del payaso". Me senté en una butaca de las más cómodas (las había que se hundían en cuanto alguien se sentaba, y no se le volvía a ver; también las había que se plegaban con la persona dentro, y sólo se le veían los ojos, blancos y brillantes, empotrados en lo que se veía de respaldo...). Bueno, a mí me tocó una de las más cómodas porque lo único que me hizo fue sacarme un par de brazos, con sus manos y todo, que primero aplaudieron mirando hacia mí, y luego me acariciaron llegando casi abajo. ¡Ahhhh, creo que eran manos de mujer!

Comenzó la actuación. El payaso, vestido con ropas de cuadros de colores y con nariz postiza y todo, empezó a marcar un ritmo con uno de sus pies. Le siguió la percusión, con el mismo ritmo. Se encendieron entonces decenas de focos de luz y una fila de gallos, que estaban detrás del todo, empezó a reírse del payaso gritando "¡Ua-ja-ja-jaaaa!" al compás del ritmo. Fue ahí cuando empezó la melodía burlona del acordeón. Un golpe del pie del payaso, un toque breve del acordeón; un ¡Ua-ja-ja-jaaaa!, unos toques burlones que eran como risas acordeonizadas.

Y el payaso empezó a entonar, en medio de toda esa burla orquestada, su canción. Habló de muchas cosas, demasiadas... La historia del payaso que va siempre eliminando sus pasos; creo que era su vida en flash-back lo que estaba contando.

Insoportable.

El estribillo fue espantoso. Cuando el decía "Un payaso", una voz de hombre a veces y a veces de mujer gritaba "¡Eh, eh!". Entonces el payaso, exhausto, repetía "Un payaso"... ¡y los gallos, mientras se burlaban los acordeones, que ahora eran muchos, soltaban un "Brrl-brrllu-brru".

Así hasta que el payaso, envuelto en su locura, alzando los brazos y abriendo los ojos como en una alucinación, continuaba con su canción: "Es la historia de un payaso -- que va siempre eliminando sus pasos".

Sufrí muchísimo. Aún sufro al recordarlo. Al salir del teatro tuve que correr, y me perdí por las calles, y evité las avenidas, y me crucé con gentes que me miraron mal, demasiado mal...

Os recomiendo la obra. Pero tendréis que ir a otro sitio a verla: sólo actúan una vez en cada ciudad.

sábado, 25 de agosto de 2007

Homenaje

Este suplemento quisiera parecerse mínimamente al programa que sale en el vínculo. Pincha y verás cuál es.

Pincha, PINCHA, pincha ya

Primer programa

Estimado señor, apreciadísima señora:

· ¿Qué hace usted aquí?
· ¿Qué ha venido a buscar?
· ¿Qué espera obtener?
· ¿Sufre de los nervios?
· ¿Hay algo que le preocupe?
· ¿Está su vida en orden?

Aquí se va a perder, se lo aseguro. Decenas de personas como usted han pasado ya por aquí sin éxito. En este lugar no se curará, desde luego.

Ya sabe usted que la mente es muy complicada. A veces usted piensa una cosa, y su mente otra. ¿Y usted quién es, entonces?

Yo nunca he entendido muchas cosas de la vida. Por eso decidí iniciar los experimentos. Siempre me podrá encontrar en el laboratorio, y nunca me encontrará casi en ningún otro sitio.

Pase usted de vez en cuando por aquí. De todas formas, le voy a dar un aperitivo: voy a responder por usted a las preguntas que le he formulado:

· ¿Qué hace usted aquí? Vino por casualidad. De momento, se pregunta qué se le va a contar.

· ¿Qué ha venido a buscar? La sorpresa, la risa fácil, la pornografía (que no se la vamos a dar), que le pongamos música y le hablemos de cosas...

· ¿Qué espera obtener? Salud mental. Le aseguro que la va a perder, pero ya verá como eso es mejor.

· ¿Sufre de los nervios? Sí, de aburrimiento. Aquí no se va a aburrir. Nos lo diría, ¿verdad?

· ¿Hay algo que le preocupe? Supongo que le preocupan mil cosas. Intentaremos que no lleguen a doscientas.

· ¿Está su vida en orden? ¡Le aseguro que no! Si duda, le remito otra vez a la primera pregunta: ¿qué hace usted aquí?